jueves, 27 de octubre de 2016

Walter Percy / El cinéfilo / Reseña


Walker Percy
EL CINÉFILO

Traducción de Marcos Jávega.
Alfabia, 2015. 320 páginas, 20'90€

FRAN G. MATUTE
26/02/2016 


Walker Percy. Foto: Deep South Magazine

En los pasajes finales de El cinéfilo (1961), el protagonista Binx Bolling va con su pareja a ver la película La ciudad frente a mí (Vincent Sherman, 1959). En ella, Paul Newman “es un tipo joven e idealista que se desilusiona y se vuelve cínico y calculador”. Se podría decir, grosso modo, que a Bolling le ocurre como a Newman. Tras combatir en la Guerra de Corea, la vuelta a la vida civil se le atraganta: “toda la gente amable me parece muerta; solo los que odian me parecen vivos”, afirma. El cine parece ser lo único capaz de generar en él cierta empatía. Por este motivo, tiene su lógica que sea en la gran pantalla donde Bolling se tope con un personaje similar a él, minutos antes de que una terrible ráfaga de viento anuncie que algo malo va a pasar. La vida, parece decirnos Walker Percy (1916-1990) en su novela, no puede evitar ser en ocasiones de lo más cinematográfica.



Con todo, lo del cine no deja de ser una cuestión circunstancial, pues El cinéfiloes básicamente un texto de corte existencialista. Por sus páginas sobrevuela de forma constante la idea del “malestar” de los tiempos, con claras alusiones a esa eterna dicotomía entre arte y ciencia, entre lo que supone entregar la vida a la contemplación o a lo crematístico, que es en esencia la pugna que Bolling mantiene con fiereza en su interior.

Si se me permite el reduccionismo, diría que El cinéfilo parece más la obra de un europeo que la de un norteamericano, y quizás esta impresión encuentre su sustrato en los orígenes de Percy como escritor. Antes de dedicarse de lleno a la ficción, Percy ejerció durante años la medicina, y del trato con los enfermos contrajo la tuberculosis. Forzado a padecer una larguísima convalecencia, aprovechó el tiempo para leer a Kierkegaard y a Dostoievski de forma compulsiva, lo que moldeó sin duda su forma de estar en el mundo. Para colmo, Percy nació y se crió en Nueva Orleans, probablemente la ciudad menos “americana” de los Estados Unidos, lugar además en el que se desarrolla esta su primera novela.

Sorprende y mucho la visión que Percy ofrece en El cinéfilo de su ciudad natal. Transcurriendo su historia durante el Mardi Gras, Percy huye de cualquier exaltación de lo folclórico y transforma lo carnavalesco, gracias a la mirada cínica de Bolling, en un elemento adicional de repulsa. Pero Bolling no pasea solo por las calles del Barrio Francés sino que recorrerá todos los estamentos sociales de Nueva Orleans, desde las fiestas de la alta sociedad a las zonas rurales más pantanosas, mostrando el lado más racista y anacrónico de la ciudad. Una mirada crítica que comparte no pocos puntos en común con la ofrecida, desde el humor, por John Kennedy Toole en La conjura de los necios (c. 1963), quizás la gran novela sobre Nueva Orleans, cuya tardía publicación, en 1980, el propio Percy apadrinó.

El cinéfilo ya había visto la luz en España en 1990, coincidiendo con la muerte de su autor. Inencontrable desde entonces, la recuperación (con nueva traducción) de esta impepinable novela (ganadora del National Book Award, elegida por Time como una de las cien mejores del siglo XX en lengua inglesa e incluida por Harold Bloom dentro de su canon) no debería ser otra cosa que motivo de celebración. Lástima entonces de esas innumerables erratasque ensucian esta muy descuidada e inaceptable edición.





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