lunes, 20 de mayo de 2013

Venezuela / Maduro y el papel higiénico


MADURO Y EL PAPEL HIGIÉNICO
El chavismo se está yendo por el excusado

Una bomba de tiempo en el súper

El tipo de cambio artificial hace que en Venezuela resulte más barato importar que producir

La inversión extranjera cae radicalmente




Nicolás Maduro en un acto con refugiados hoy en Caracas. / EFE

El aparente fin del enfrentamiento con el conglomerado de empresas Polar —un gigante del sector de la alimentación venezolano— no resolverá los problemas estructurales del abastecimiento en Venezuela. Con una economía controlada desde hace 10 años, con un rígido control de precios de los productos de la cesta básica que solo son aumentados mediante decreto del Ejecutivo, el Gobierno ha instaurado un modelo que de acuerdo con los analistas ha llevado al país al borde del colapso. En Venezuela resulta más barato importar que producir debido a la sobrevaluación de la moneda y a la falta de incentivos.
En 2007 el gobierno del presidente Hugo Chávez inició un masivo plan de nacionalizaciones de sectores que consideraba estratégicos para el desarrollo del país. Hoy controla la industria eléctrica, la petrolera, la cementera, ha incursionado en la venta al por menor haciéndose con el control de cadenas de supermercados, ha intervenido siete millones de hectáreas, de acuerdo con cálculos realizados por el hoy canciller Elías Jaua en abril de 2012, cuando era ministro de Agricultura y Tierras, y controla la operación de los puertos, por donde llega buena parte de los alimentos.
Como consecuencia de esas decisiones, el Ejecutivo se ha visto desbordado para satisfacer la demanda. Resulta muy tentador importar o simular que se importa mediante dólares preferenciales antes que arriesgarse a perder lo invertido. Los empresarios se quejan de la falta de garantías para hacer negocios y la inversión extranjera ha caído a niveles dramáticos. El ranking Doing Business del Banco Mundial no ha sido indiferente a ese entramado tejido por el chavismo. De acuerdo con su más reciente escalafón, en 2012 Venezuela ocupaba el puesto 177 entre 183 países, por debajo de Haití. Abrir una empresa en este país cuesta no menos de 140 días. Una pesadilla que nada tiene que envidiar al El Proceso de Kafka.
Antes de conciliar o de modificar el modelo socialista, el Gobierno ha preferido profundizar la inspección a la empresa privada con la idea de fijar los márgenes de ganancia e importar todo aquello que no se produce en el país. Sirva esta cifra para ilustrar el drama local: el 96% de las divisas que ingresan al país provienen de la venta de petróleo. El miércoles, en vísperas de la reunión con Empresas Polar, la presidenta del Instituto para la Defensa de Personas en el Acceso a los Bienes y Servicios (Indepabis), Consuelo Cerrada, informó que debido al aumento de los precios de los productos regulados iniciarían una batida para sancionar a todo aquel comerciante que vendiera más caro de lo estipulado. “La voz del pueblo nos llama a combatir ese tipo de irregularidades”, dijo. De acuerdo con sus cálculos, el Estado había supervisado la venta de 20.387 toneladas de alimentos. Para ello hay que hacer largas filas. Un ejemplo de eso se vivió en un supermercado de Valencia, en el estado de Carabobo, cuando una multitud desesperada rompió las cajas de pollos provenientes de Brasil para adquirirlos de acuerdo con un riguroso plan de venta: no más de cuatro kilos es lo permitido.
Los venezolanos que viajan al exterior suelen ahora visitar los supermercados para evocar los tiempos en que había libertad para elegir. Algunos se toman fotos y las mandan a sus familiares. Esto es un reflejo del más reciente reporte del Banco Central de Venezuela (BCV). En los cuatro primeros meses de 2013, el desabastecimiento se ubicó entre 19% y 21,3%, mientras que la inflación acumulada al cierre de abril llegó a 12,5%. El Gobierno también ha reaccionado incrementando el aumento del precio regulado pagado al productor y al mayorista de pollo, carne de res, leche y queso. Con ello y con la pretendida eficiencia que pide el presidente Maduro esperan desactivar esta bomba de tiempo.

El desabastecimiento acorrala a Maduro

"La revolución importará 50 millones de rollos de papel higiénico", anuncia el ministro de Comercio

El Ejecutivo sostiene que la oposición alienta una sobredemanda para provocar desabastecimiento






En Venezuela para llenar el carrito del supermercado hay que hacer una procesión, como si se tratara de las visitas a los siete templos en Semana Santa. Pero desde hace varias semanas el papel higiénico destaca entre las ausencias. La escasez de este producto no es, sin embargo, tan cíclica como la de harina, pollo, desodorante, aceite de maíz, azúcar y queso. El papel higiénico está incluido en una lista de bienes vendidos a precios regulados por el Ejecutivo, de acuerdo con lo dispuesto en febrero de 2012 por la Superintendencia Nacional de Costos y Precios. Desde entonces las empresas decidieron reducir el tamaño de los rollos y seguir supliendo la demanda. Pero el pasado mes de abril las estanterías se vaciaron.
Para aplacar el déficit el Gobierno anunció que importaría el equivalente a 50 millones de rollos de papel higiénico. “Le decimos a nuestro pueblo que se tranquilice y comprenda que no debe dejarse manipular por la campaña mediática de que hay escasez”, dijo el ministro de Comercio, Alejandro Fleming, a la Agencia Venezolana de Noticias.
El funcionario justificó la ausencia de papel higiénico con una cuenta que ha provocado toda clase de bromas en las redes sociales. Dijo que “no hay deficiencia en la producción”, porque el consumo mensual es de 125 millones de rollos “y hay una sobredemanda” de 40 millones. “¿Cómo hizo para hacer ese cálculo?”, se preguntó César Miguel Rondón, el periodista más escuchado de la radio en Venezuela. A continuación leyó un mensaje llegado a su cuenta Twitter: “Si esa cuenta es cierta habrá que administrarse porque a los venezolanos les toca 1,5 rollos por persona”.
El Gobierno considera que la escasez es consecuencia de las compras nerviosas y de una campaña de la oposición para desestabilizar a Maduro, cuya legitimidad ha sido cuestionada debido al estrecho margen que obtuvo sobre su contrincante, Henrique Capriles, en las elecciones del pasado 14 de abril, y las denuncias de irregularidades en el acto de votación. En contrapartida, el empresariado afirma que el desabastecimiento obedece al control de cambios vigente en el país desde hace una década y a la inestabilidad política que ahuyenta la inversión. Es una confrontación constante. La respuesta más clara a esta situación la dio hace cuatro años, en una entrevista con el diario venezolano El Universal, el ministro de Planificación, Jorge Giordani: “El socialismo se construye a partir de la escasez”.
En medio de esta crisis de desabastecimiento se produjo la esperada reunión entre el jefe del Estado, Nicolás Maduro, y el presidente de Empresas Polar, Lorenzo Mendoza, principal productor de alimentos básicos en Venezuela, que terminó con una cordialidad que no se auguraba el fin de semana, cuando el mandatario sugirió que el conglomerado privado estaba acaparando los productos y era el responsable del generalizado desabastecimiento en el país.
El fin de semana el Gobierno declaró además que sospechaba que Mendoza, dueño de la segunda fortuna del país y ocupante del lugar 329º en la lista Forbes de los millonarios del mundo, había recortado la producción para el mercado local de harina precocida, con la cual se elabora la arepa, uno de los platos típicos de la mesa venezolana. Contra todo pronóstico, contradiciendo el bajo perfil que suele cultivar, Mendoza convocó una rueda de prensa para desmontar los argumentos del Ejecutivo venezolano: dijo entonces que operaba a su máxima capacidad, que su producto de harina precocida, Harina Pan —el líder del sector—, representaba el 48% de la producción de Venezuela y que la escasez obedecía a deficiencias de producción de los demás competidores. Y sugirió al Gobierno que le alquilara o vendiera alguna de las plantas que no funcionaban para ponerlas a trabajar. Maduro tomó esa respuesta como una provocación. El martes, mientras conversaba con un grupo de damnificados por las lluvias de 2010, dijo que la postura de Mendoza le había parecido altanera y que en la reunión “le cantaría sus cuatro verdades”. “Dio declaraciones como un candidato, aunque él dice que no es político”, agregó Maduro. Fue el mismo tono retador que había utilizado el domingo cuando escribió en su cuenta de Twitter: “Espero que de esta reunión se establezca un compromiso de cumplirle al país. Lorenzo Mendoza, te espero”.
Todo eso pareció haber quedado superado ayer. Tanto el empresario como el vicepresidente Jorge Arreaza coincidieron a la salida de la cita en que habían hablado en términos diáfanos sobre el problema de la cadena de distribución y que ambas partes estaban comprometidas a trabajar al máximo de sus potencialidades. “La reunión fue tremendamente cordial y se demostró claramente que estamos trabajando a toda capacidad”, dijo Mendoza posteriormente en un comunicado.
Para estimular la producción y hacer frente al desabastecimiento, el Gobierno incrementó el martes un 20% los precios máximos de venta de productos como el pollo, la carne de vacuno y todos los lácteos, una medida solicitada por los productores de alimentos. Los precios de los principales artículos de primera necesidad son regulados por el Estado.
Con el objetivo de fortalecer la reserva alimentaria, el ministro de la Alimentación, Félix Osorio, quien propuso a Maduro la subida de los precios, anunció que en el transcurso de esta semana llegará al país un cargamento con 760.000 toneladas de alimentos. Los productos, dijo, son aceite, leche completa en polvo, carne de res, atún y sardina en lata y azúcar cruda, entre otros, valorados en 466 millones de euros.



¿Por qué falta papel higiénico en Venezuela?

El primer desabastecimiento del país, pese a los ingresos del crudo, es el de divisas




Oferta y demanda. Esa es la cuestión. Los fundamentos básicos de teoría económica explican los problemas de desabastecimiento que vive Venezuela. La economía chavista servirá para ilustrar en tesis doctorales y libros de texto cómo los controles de precios pueden conducir a la escasez. Venezuela lleva años imponiendo límites de precio a ciertos productos básicos para tratar (con nulo éxito) de controlar la inflación, la más alta de Latinoamérica y una de las mayores del mundo. El Gobierno de Hugo Chávez impuso precios regulados para productos como los huevos, el azúcar, la leche, la harina, el pollo... o el papel higiénico. En determinados momentos y productos, esos precios máximos se han situado incluso por debajo de los costes de producción y prácticamente siempre por debajo de los de mercado.
La teoría económica nos enseña que la oferta de un producto disminuye y la demanda aumenta cuando los precios son bajos. Simplemente eso es lo que ha ocurrido en Venezuela. Los fabricantes pierden dinero produciendo y los comerciantes vendiendo algunos de esos productos, lo que, unido a la desastrosa gestión de algunas empresas nacionalizadas, ha tumbado la oferta. Al tiempo, la demanda de los consumidores se ha disparado no solo porque sus precios son asequibles en términos absolutos, sino también porque cada vez lo son más en términos relativos, ya que los precios de los productos no controlados están por las nubes como consecuencia de la inflación galopante. Oferta y demanda no se encuentran. Así, los productos regulados se han visto sometidos intermitentemente a la escasez, el racionamiento o el acaparamiento porque su precio no es de mercado. Las importaciones del Estado y las redes de distribución estatales, donde la venta a pérdida se asume con naturalidad, tratan de paliar el problema. En un país petrolero, hasta la gasolina en ocasiones escasea, sobre todo la de mayor octanaje en algunas estaciones de servicio del interior del país. Su precio es absolutamente ridículo: con el equivalente a 10 o 20 céntimos de euro se llena el depósito.
Pero el desbarajuste de la economía venezolana no se ciñe solo al papel higiénico y demás productos regulados. El primer precio regulado de todos es el del bolívar, la moneda nacional, rebautizada como bolívar fuerte cuando se agruparon los antiguos bolívares de 1.000 en 1.000, y cuya debilidad ha quedado patente pese a su nombre.
El precio regulado es de 6,30 bolívares por dólar tras una serie de depreciaciones y devaluaciones que han hecho perder a la divisa más del 90% de su valor oficial durante el chavismo, en un periodo en que el precio del petróleo se ha multiplicado por 10. Pero a ese tipo de cambio oficial, la demanda de dólares en Venezuela tiende al infinito, mientras que su oferta está muy limitada y controlada por el Gobierno, lo que ha provocado amiguismo, corrupción y, sobre todo, una generalizada ineficiencia económica. El tipo de cambio paralelo, el del mercado negro, ronda los 26 bolívares por dólar, más del cuádruple del oficial. El primer desabastecimiento del país, pese a los ingresos del crudo, es el de divisas. Y como con los otros productos, lo inevitable con el dólar será subir el precio. Es decir, devaluar el bolívar. Una vez más.


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