lunes, 30 de abril de 2012

Carme Riera / Académica de la Lengua

Carme Riera


Carme Riera 

ACADÉMICA DE LA LENGUA


“Lo que no te da la vida te lo dan los libros, sobre todo si los escribes”

La nueva académica está un poco harta de que le pregunten por la cuota femenina

Tras ser propuesta, envió su currículo, libros y una carta formal a los académicos

"En ella, les decía que soy traficante de palabras, porque es lo que soy en realidad"




Carme Riera, escritora, filóloga y académica de la RAE / CARLES RIBAS

Pere Gimferrer la llamó a las siete de la mañana. "Te hemos propuesto para la Academia". Carme Riera (Palma de Mallorca, 1948) se quedó estupefacta, por la hora y por el anuncio. "Me habían comentado hacía años si me gustaría entrar en la Real Academia. 'Claro', contesté. No se volvió a hablar más y de repente me llama Pere".
Confiesa que pasó muchos nervios antes de la votación. Por una parte, ya estaba pensando en el tema del discurso y por otra se repetía si-llón,no-llón. Le hacía mucha ilusión y también temía lo peor. Por fin, el 19 de abril fue elegida para ocupar el sillón n. "Entrar en la Academia es el reconocimiento a toda una vida de trabajo y una satisfacción personal por haber sido propuesta por tres personas a las que admiro mucho, Carmen Iglesias, Pere Gimferrer y Álvaro Pombo. Imagino que pensaron en mí porque soy filóloga, porque hago edición de textos, por mi experiencia como profesora, en la narrativa y en el ensayo, o sea como muchos colegas. Lo único que no pienso aportar es un toque femenino".

En la carta a la Academia puse que soy una traficante de palabras
La nueva académica está un poco harta de que le pregunten por la cuota femenina. Tras ser propuesta, envió su currículo, libros y una carta formal a los académicos. "En ella, les decía que soy traficante de palabras, porque es lo que soy en realidad". Riera pensó en esos días de nervios en un posible discurso de ingreso. "Le di vueltas a la idea de escribir sobre alguna de las mujeres que tanto han aportado a la lengua, como María Moliner, Rosalía de Castro o Emilia Pardo Bazán, pero los académicos me dijeron que no, que preferían un discurso de creadora. Esto me hace muy feliz, porque me da mucha más libertad. Trabajaré a partir de ahí".

Carme Riera

Carme Riera es doctora en Filología Hispánica y catedrática de Literatura Española en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Está muy preocupada por el escaso interés de sus alumnos en la lectura. "Estuve en la comida del Premio Cervantes que presidió el Príncipe de Asturias. Citó un comentario de Nicanor Parra de la primera página de El Quijote: En un lugar de la Mancha es un octosílabo y de cuyo nombre no quiero acordarme es un endecasílabo. Se me ocurrió hablar de esa primera página en mi clase de comentario de textos. Pregunté si sabían el nombre del premio Cervantes. Silencio. Dije Nicanor. Silencio. Mencioné a Violeta Parra y ni parra ni olivos. Ni siquiera leen periódicos. Martín de Riquer les preguntaba a sus alumnos si habían leído El Quijote. Cuando le decían que no, respondía siempre: 'Estupendo. Así podrá disfrutarlo ahora'. Pero ni por esas". No tolera faltas de redacción ni de ortografía. "Los alumnos están advertidos en la web de la universidad y al principio del curso. Las faltas bajan puntos".
La escritora maneja de manera envidiable el catalán, la variante mallorquina (cuando la habla deprisa no puedes seguirla) y el castellano. En su vida y en su obra. Escribe en catalán o en mallorquín novelas y relatos y en español, ensayo. "Yo misma escribo las versiones en castellano de mis novelas. No traduzco, hago versiones diferentes que me sirven también para corregir los textos en catalán. Catalán y castellano son dos lenguas vecinas y primas hermanas, pero a veces una sola palabra del título cambia el sentido". De su primer libro, Te deix amor, la mar com a penyora, de relatos, le gustaba el título poético en mallorquín, pero no su traducción al castellano. "Penyora significa prenda, que no suena igual". Así que lo tituló Palabra de mujer. Las versiones y el cambio de título despista a más de uno. "Los hispanistas se vuelven locos conmigo".

Yo no traduzco mis libros al castellano. Hago versiones distintas
Ha hecho incursiones en todos los géneros. Infantil y juvenil, erótico, histórico, policiaco... Con cada uno se plantea un reto. El último, Naturaleza casi muerta, una novela negra. "Había leído a Agatha Christie, Simenon y Alicia Giménez Bartlett, pero nada más. Así que me pasé leyendo dos años para aprender: Donna Leon, Mankell, Camilleri, Fred Vargas, Andreu Martín, Lorenzo Silva, Teresa Solana... Me aficioné y descubrí los trucos".
Riera es infatigable. Ha empezado a escribir unos Diaris d'infància. "Solo puedo escribirlos en mallorquín. Se los debo a mi abuela que tanto me enseñó. Se publicarán en mallorquín o no se publicarán". Para la académica "escribir es una alternativa a la realidad". "Lo que no te da la vida te los dan los libros, sobre todo si los escribes. Vives y piensas en dos vidas, la tuya y la del libro".

domingo, 29 de abril de 2012

Elsa Peretti / Mujer de élite

Elsa Peretti

Elsa Peretti, mujer de élite

Maniquí en el Nueva York de Halston y Warhol, protagonista de una foto icónica de Newton y transgresora con sus creaciones para Tiffany & Co., a sus 71 años sigue siendo toda una revolucionaria.


Victoria Aroca
29 de abril de 2012

Elsa, la más joven de las hijas de Nando Peretti, magnate del petróleo y fundador de API –Anónima Petróleo Italiano–, manifestó pronto su talento y personalidad alejada de convenciones. «Nací en el año 1940, con una madre muy guapa, que tenía un estilo extraordinario. Sus prendas eran impecables y me acostumbró a ir perfecta. Los primeros años de mi vida usaba la ropa de mi hermana, seis años mayor, o me llevaban a unas costureras que insistían en hacerme vestidos muy largos para que me duraran tiempo», explica.

A los 18 se había ganado el derecho a ir a un buen costurero como Capucci, la suya era una clásica familia burguesa de la Italia de los 50. «Mi madre se vestía entonces en los mejores modistos de Roma y a mí me hacía dos trajes al año. La recuerdo bebiendo té, rodeada de libros y de amigos con los que mantenía largas tertulias. Era una intelectual. Pintaba, escribía. Muy fumadora, como yo». Sus conflictos generacionales se suavizan en el recuerdo. «Ahora la entiendo mejor. Creo que para una mujer como ella estar ligada a un hombre de negocios debió de ser duro. Mi padre, claro, no se enteraba de nada».

A los 21, Elsa se escapó de casa. «No aguantaba a nadie. Me fui a Suiza donde ejercí como maestra de italiano, monitora de esquí y otras cosas divertidas». La elección de ir a vivir a Barcelona –tras estudiar diseño interior y trabajar en el estudio milanés del arquitecto Dado Torrigiani– fue «un impulso». «Mi vida pertenece a mucha gente de la que he aprendido y a la que he escuchado con placer», confiesa. «Los jóvenes teníamos entonces los ojos y oídos muy abiertos y Torrigiani era un hombre excepcional. Lamentó que me fuera, pero yo sabía que un estudio de arquitectura no era lo mío».

Elsa Peretti

Una de sus bibliotecas con ejemplares de libros de arte de distintas épocas. Algunos heredados, otros adquiridos por ella.

 

ANTONI BERNAD

Con una timidez que le hacía bajar la mirada ante la cámara y un físico escultural empezó a trabajar como modelo con los fotógrafos Oriol Maspons y Leopoldo Pomés. «Entonces conocí a Dalí, nos hicimos amigos –me gustaría tenerlo ahora para poder conversar con él–. Era la niña mimada de Barcelona, aunque tuve un amor difícil con el escultor Xavier Corberó».

Sant Martí Vell, la libertad pura. Charlamos sobre su vida en su casa actual, en Sant Martí Vell, un pueblo de Gerona con casas de piedra que ha restaurado y que le descubrió la fotógrafa Colita a finales de los 60, cuando estaba en ruinas. «Me había trasladado a América y, en medio de la sofisticación neoyorquina, esto era la aventura. No había luz ni agua corriente».

Aquí vive, conserva su colección de arte y aloja a sus amigos. «Estoy orgullosa pero he trabajado duro, la restauración ha sido lenta y cara».
Tiene otras residencias en Roma, Montecarlo, Barcelona y conserva el apartamento de Halston en Nueva York. «A Montecarlo no le encuentro sentido ir tras la muerte de mi padre, solo ves chihuahuas. A Nueva York me cuesta viajar desde el ataque a las Torres porque no te dejan ni encender un pitillo. Si los envías a hacer puñetas, puedes acabar directamente en la cárcel».

Elsa Peretti

Foto que Helmut Newton le hizo en Manhattan y fotografía infantil de Elsa, que sirvió de inspiración a Warhol para hacerle un retrato que le regaló.

 

ANTONI BERNAD

Llegó a Nueva York en 1968. «Una época histórica interesante», afirma. «Intelectuales, diseñadores y fotógrafos estábamos unidos, nos criticábamos sin problemas y no sufríamos la presión económica de hoy». Su amistad con los creadores de moda Sant’Angelo y Halston es legendaria. «Sant’Angelo era un entusiasta. El primero que me apoyó cuando decidí diseñar». Para él creó su Bottle. «Imagina una camiseta ajustada con una falda plisada estilo Fortuny y un colgante al cuello con forma de botella: el éxito fue absoluto. La gente me paraba en el metro. En Europa se prefiere lo exclusivo; si lo tienes tú, no lo quiero yo. En América es todo lo contrario, si lo tienes tú, también lo quiero yo».

Halston le presentó a Harry Platt, presidente de Tiffany & Co., en 1974. Elsa entró a formar parte del equipo de diseño de la compañía. Utilizar plata fue su primera innovación, que se consideró muy esnob. Luego cristal, seda, laca japonesa… Joyas y objetos sensuales inspirados en la naturaleza y el cuerpo humano, fruto de su refinada capacidad creativa. «Pruebo siempre las joyas que diseño. Ahora llevo un zafiro para el que he ideado una montura ligera», explica. La primera pieza para Tiffany & Co. fue Bone. «La hice con Abad, un platero con el que pasamos noches enteras trabajando», recuerda. «Colaborar con artesanos es fascinante. Uno puede ser un artista, pero si la persona que ejecuta no tiene alma, no sale nada».
En mayo viajará a China donde Tiffany & Co. inaugurará 12 tiendas. «Los artesanos chinos tienen unas manos excepcionales. Espero estar allí un tiempo. Necesito reflexionar sobre el mundo actual y poder crear algo en consonancia».

Elsa Peretti

Colección de piezas de laca y clutch de plata Bean, todo diseñado por Elsa para Tiffany & Co.

 

ANTONI BERNAD

Elsa Peretti

Foto de Toni Bernad de 1965 en la que Elsa posa con Josep Bohigas, hijo del arquitecto Oriol Bohigas.

 

ANTONI BERNAD

Elsa

Lujo ‘vintage’ Capa de Halston, sandalias de Yves Saint Laurent de 1978, abrigos de seda de Del Pozo y de Ralph Rucci Chado. Camisas de Toni Miró y Bel.

 

ANTONI BERNAD

Elsa Peretti

Elsa con Yuki, una perrita pequinesa que compró en Hong Kong

 

ANTONI BERNAD

Elsa Peretti

Retrato de su madre en Parma.

 

ANTONI BERNAD

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Juan Manuel Roca / El último adiós a Gonzalo Rojas


Juan Manuel Roca

EL ÚLTIMO ADIÓS A GONZALO ROJAS

BIOGRAFÍA


El poeta colombiano Juan Manuel Roca fue invitado por los hijos del poeta chileno a las exequias de su padre.




"Los días van tan rápidos", solía decir.
           Y bien, a partir de ayer, se nos escondió la figura de Gonzalo Rojas Pizarro, como en uno de los juegos de su niñez, pero se nos aparecerá a cada tanto, cuando nos tropecemos ocasionalmente con un hombre libre y callejero, con la dureza de un rostro de minero, con un caballo montado por un fantasma, con la mirada socarrona de Quevedo, con una tarde fugaz y sonora como un relámpago, esa palabra que iluminaba sus sentidos con solo escucharla.
            El recinto de Bellas Artes donde lo velamos es imponente, casi contrastante con su lenguaje, solo le quita solemnidad la gorra de marinero o de ferroviario, ustedes dirán, que al final del acto ha puesto momentáneamente sobre el féretro su hijo Gonzalo Rojas May.
           Antes de llevarse su cuerpo hacia la morada final en Chillán, ese cuerpo que anduvo el mundo entero a sus anchas, el cuarteto Andrés Bello tocó una dulce pieza musical, el poeta Jaime Quezada proyectó unas palabras sentidas y profundas en nombre de los escritores chilenos, el también poeta y amigo de Rojas Óscar Hann leyó el bello poema Carbón, homenaje al padre que viene de la mina tras la lluvia, con "olor a caballo mojado", y el poeta mapuche Jaime Huenún convocó el poema Sebastián Acevedo, uno de esos libertarios poemas muy suyos, que a veces son como palabras inmoladas.
         A partir de hoy, buscaremos en vano la figura de Gonzalo, su rotundo paso sin pausa por las letras. Pero muchos de sus paisanos no olvidarán los encuentros que propició en la década de los setenta en Concepción, donde trabajó febrilmente trayendo a escritores como Carpentier, Cortázar, Fuentes, Sábato, a dialogar con Neruda,Teitelboim y Parra, entre otros escritores chilenos.
           Otros lo recuerdan como al poeta de un erotismo frutal, como el actor desprevenido del documental Al fondo de todo esto duerme un caballo, realizado por Soledad Cortés, o como el acumulador de premios, el de su colega de Lepanto entre ellos, o como amigo y partícipe del legendario grupo Mandrágora, surrealismo en ristre, o "como el más amigo de nuestros maestros", al decir de Floridor Pérez, uno de los poetas encarcelados por el tiranosaurio Pinochet, que ahora mismo lee otro poema de Gonzalo.
           Cruzan frente a su féretro académicos, escolares, poetas, pintores, músicos, arquitectos, todos amigos de Gonzalo o de su poesía, que es otra forma de la amistad. Todo un pueblo numeroso y conmovido acude al recinto de Bellas Artes.
           A partir de hoy se nos esconderá la figura de Gonzalo Rojas. Se esconderá en el parque de los Artistas, donde mora Claudio Arrau, luego del responso de rigor. Se esconderá él, de puro caprichoso que es, pero no su palabra, esa palabra que asaltó un buen discurso escrito y leído por el ex presidente Ricardo Lagos, de estirpe gonzaliana, y otro que escribió el actual presidente, Sebastián Piñera, que, antes que mandatario, ha sido un reconocido editor.
           Otro de los legados de Rojas, aparte de su lección de humanismo y vitalidad, de su poesía y su terquedad de piedra, reposa por un breve tiempo en los anaqueles de su vivienda, veinte mil libros que la familia Rojas May, con tino y sobriedad entregará por deseo expreso de su padre, para que, como toda biblioteca, salga a la calle, sea "un organismo vivo" en varios lugares, para que sus páginas den su vuelta al mundo en algo más que ochenta días. Algunos, incunables; otros, acunados y acuñados de vieja data, testigos de 93 años de ejercer la libertad y el humor, el amor y el rigor, a un mismo tiempo.
         Me resulta emotivo y honroso que sus hijos hayan querido que viniera desde Colombia a decir unas palabras en su velación, tal vez por el afecto que nos unió, pero sobre todo por venir de un país que siempre lo consideró un compatriota en el mapa de la poesía, uno de los más grandes renovadores de la lírica hispanoamericana. Este fue mi puñado de palabras, antes de su viaje de regreso a Chillán:

     

      Manojo de silencios
      Para Gonzalo Rojas

         
          Si hay algo a lo que siempre se opuso Gonzalo Rojas Pizarro fue a convertirse, como tantos otros peregrinos de la poesía, en un novio de la muerte. Para ello, no se blindó con la coraza del miedo, sino con la razón de quien sabe sacar del socavón de los días, como lo hacía su padre minero, trozos de luz para ayudarnos a habitar, por un tiempo más, el oscuro laberinto.   
          Creo que Gonzalo sigue ejerciendo su carácter libertario, ese que lo llevaba a festejar la infancia del relámpago, su fugacidad atronadora. "Los días van tan rápidos", solía decir, devorado por un hambre de lejanía y una sed de mañanas.         
          Volvemos a su poesía como se vuelve a un pozo de amor y libertad. Ahora mismo esconde, tras su sonora risa, un par de alas, la voz de quien oficia la religión sin feligreses, que es la verdad, una verdad pulsada y diseminada sin otro beneficio que agitarla, una verdad inventada a riesgo de ser declarado reo ausente de la más mísera realidad.         
          Por esa vocación de habitar y ser habitado por la verdad y por los otros es por lo que pudo expresar con llaneza su "Paul Celan soy yo", como poniéndose en la piel de uno de los amenazados por las manos sucias y necrosadas del nazismo. Por esa misma vocación, siempre sostuvo un pulso con los que se abrogan el derecho a matar o a desaparecer, decisiones que toman mientras miran con impaciencia su necrómetro.        
          Nunca, antes de que me tropezara con Gonzalo Rojas, me encontré con alguien tan indiviso entre decir y hacer, entre el hablar y la escritura, entre el pecho bien habitado y el ademán fraterno y generoso que tenía para sus congéneres poetas.         
           En uno de sus tantos espléndidos poemas, Cuerdas inmóviles, nos conmina ante el ausente a no llorar: "¿qué sacan con llorar?, / con ser, qué sacan?, el resurrecto es otra cosa/ y ahí va remando despacito". ¿Por qué no pensar que Gonzalo rema, ahora, despacito, como un barquero de sí mismo? Yo lo veo al remo de sus versos, de esa gran barca de imágenes espléndidas con las que nos dotó para el camino.           
           Gonzalo, aunque usted nunca entendió la poesía como un ejercicio de mesianismo, bueno es decirle que más que como una prótesis, que más que como un remedio de un viejo terapeuta de los caminos, su palabra y sus sonoros silencios viven en nosotros, hasta nueva orden.


http://m.eltiempo.com/gente/exequias-del-poeta-gonzalo-rojas/9230891



sábado, 28 de abril de 2012

Juan Manuel Roca / Uno que no fue a la guerra ni que le hace falta



Juan Manuel Roca
Bogotá, 2010
Foto de Triunfo Arciniegas

Juan Manuel Roca
UNO QUE NO FUE A LA GUERRA
NI FALTA QUE LE HACE
Por José Ángel Leyva 

Juan Manuel Roca
Cúcuta, 2008
Foto de Triunfo Arciniegas

Vi y escuché por primera vez a Juan Manuel Roca en la Casa de Poesía Silva. Días antes, yo había leído por primera ocasión ante un público colombiano, atento, entregado, generoso. Él llegó a leer acompañado de un grupo de muchachos con quienes había compartido unos aguardientes. María Mercedes Carranza, directora del recinto, hizo la presentación del poeta. Antes de empezar sus textos, Juan Manuel habló de una realidad virulenta que asolaba a su país, una guerrilla que recurría al terror para combatir el terror de los paramilitares y los embates de la milicia colombiana. Tres ejércitos, descritos, por cierto, de manera magistral por el narrador colombiano Evelio Rosero en su novela titulada, justamente, Los ejércitos.  En mayor o en menor medida, cada brazo armado practica la crueldad como estandarte de la felicidad y la justicia; el miedo como recurso de persuasión entre los más débiles y desamparados. Junto a todo ello la descomposición social, la frustración, la desesperanza entreverada con la guerra del narco y la inseguridad pública. El hermano de la poeta María Mercedes Carranza estaba secuestrado por la guerrilla y se temía que ya estuviese muerto, como tiempo después aconteció. Roca destacaba el uso de eufemismos para justificar lo injustificable, para nombrar de otra manera el horror. Las FARC empleaban términos como "pesca milagrosa" para "retener", es decir,  secuestrar a las personas que viajaban por carretera. Podía darse el caso de que entre los elegidos de modo aleatorio, gente del pueblo, hubiese alguien que no sería canjeable por prisioneros de guerra, sino considerado como botín para exigir rescate. Los campesinos expulsados por los militares, paramilitares y narcos, era llamados desplazados. En esa suerte de poética de la destrucción emparentada con la "Madre de todas las batallas", "Tormenta en el desierto" o "bombardeo inteligente" practicado a escala mundial. De esa realidad ajena a la mía hablaba el poeta Roca, una situación donde los alzados en almas cambiaban los términos, contra la violencia: la fuerza de la poesía.
 


          Juan Manuel leyó entonces varios poemas que me dieron una idea clara del porqué la sala estaba llena de jóvenes, de por qué lo escuchaba con tanta devoción y embeleso un público para quien la palabra representa la opción de mundos diferentes. Uno de sus poemas fue la llave de acceso al universo ético que lo determina, a su poética, un texto que ha sido rebato de campanas y un abrazo: "Arenga de uno que no fue a la guerra". 


      Allí descubrí uno de sus primeros peldaños, luego inicié un reconocimiento de una compleja escalera que va de lo hondo a lo alto, de lo inmenso a lo breve. Desde ese momento, me parece, hallé un alma alzada en sus propias batallas, comunidades enteras asiladas en sus versos. Juan Manuel es uno de esos hermanos con quienes uno conversa de un mismo país, de  una misma nación, pero sobre todo, de un camino que se diversifica y se interroga. No hay certezas, hay deseos.
    La congruencia de Roca no se descubre en la obviedad del drama, en el sentimentalismo íntimo o en el de su entorno. Su poesía está desprovista de evidencias y proclamas; por el contrario, se nutre del misterio que hay en el corazón de las cosas, en el enigma de la luz meridiana que nos pasa de noche, en el vacío de los imperativos categóricos, en el despojo del ser por el tener. No hay lecciones ni enseñanzas, no hay denuncias ni señalamientos. Hay una visión o visiones urdidas en la paradoja, en la ironía, más no en la desesperanza. El brillo de la inteligencia no es un reflector obsceno, apenas una tenue luz que hiende sombras y sugiere sueños. No obstante, en sus versos se respira un ánimo de justicia, de claridad en los significados, de impulso orgánico que no sólo pretende un discurso inteligente, conceptual, conciso, sino además que transmita el movimiento animal de su andadura. Por algo el chileno Gonzalo Rojas lo presenta en Cantar de lejanía, la antología publicada por el Fondo de Cultura Económica (2005), como “un poeta pura sangre”, que “hace diana hasta cuando respira”, para dejar en claro que la palabra de Roca es certera, veloz, vital. Confirma lo que sus lectores y amigos sabemos, su congruencia está en el paisaje y los sentidos, entre la idea y la palabra, entre la expresión y el suceso, entre el ojo y la imagen.

   La épica de esta poesía no radica en la narración o enumeración de los hechos, sino en su revelación, en los numerosos vínculos que aproximan tiempos y espacios de hombres y fantasmas, culturas, lenguas, presagios, sensaciones que tienen lugar o incuban su noticia. De qué otra cosa habla la poesía si no es de la memoria de las emociones, de aquello que la historia no registra porque es algo subjetivo y a la vez universal, ese algo que se repite de manera incesante pero siempre se revela como novedoso, emergente, invisible; de ese lugar común donde abrevan las tribus humanas como si nunca antes hubiese sucedido, como experiencia única. Juan Manuel Roca es de esos poetas capaces de mostrar secretos públicos como experiencias privadas. Su lirismo toma distancia de lo confesional y la infidencia. Pero su pertenencia a ese universo de aparecidos es un hecho. Él es, junto con todas sus criaturas, la causa y el efecto. Es el cuadro y es el ojo, el mensaje y el transporte. No habla de sí, habla para sí.

Juan Manuel Roca
Juan Manuel Roca, 2009

  Son recurrentes en la obra poética de Roca la ceguera, la noche, las señales, el anonimato, la inexistencia, la identidad, los ángeles o mensajeros, la muerte y los fantasmas, los aparecidos, lo invisible, la pintura, los sonidos, el misterio, y esa memoria en el doblez del verbo de monólogos y cantos. Por allí pasan los romanos, cuya marcha en el tiempo se entrevera con la de corceles y jinetes detenidos en sus gestos, con tiranos y demagogos estampados en las ruinas.
   En síntesis, la obra poética de Juan Manuel responde a la mirada, al diálogo, a una intención plástica que busca hacer visible lo invisible. Una voz personal que lo sitúa entre los poetas fundamentales de su país y una de las propuestas más particulares de Iberoamérica.  Roca da color y forma al conjuro, le otorga una fuerza que impide se estacione en un significado, por eso puede lavar el agua en los instantes que transcurren, invocar a nadie a sabiendas que alguien se dará por aludido, trazar líneas que desembocan en parábolas o en cuadros que van de Magritte a Chagall, de Goya a Posada, de Van Gogh a Bacon, de Velázquez  a Munch, de Degas a Bacon. Su bagaje cultural está al servicio de esa elaboración estética que nunca pierde de vista –ni siquiera con el tacto– la presencia de los otros, la luminosidad de los ciegos. Juan Manuel nos coloca en cada libro ante una galería de asombros o ante un museo de alegorías y espejos.

    Y en ese espejo es que hemos comenzado a vernos, no en la “Canción del que fabrica los espejos”, sino en el poema que titula “Panfletos”:  “Es hora de despertar al país de los idiotas: la noche petardea en las comisarías, resuena en este panfleto escrito contra lobos y canarios. / Es hora de despertar dulces idiotas /(…) / En mi sueño era de ver nuevamente la Comuna humeante y hombres presurosos repartiendo boletines de otros sueños, Comuneros del país de la guadua, levantiscos hombres de piel enamorada.”


   Para un hermano, que no es Caín ni es Abel, para un hermano que admira lo que el otro hace, es siempre motivo de alegría los reconocimientos que se le hagan. Con Juan Manuel Roca comparto el amor por México y Colombia, pero sobre todo me hermana la lealtad a la palabra, la correspondencia entre la realidad y otros mundos posibles.Me honra que esta noche se me haya invitado a presentar al autor de ensayos, crónicas, antologías, diccionarios, entrevistas, para hablar solo del poeta. Un poeta que nos hace volver los ojos a Latinoamérica como a nosotros mismos, para no olvidarnos de esa cultura que este colombiano, tan mexicano como cualquiera de nosotros, nos comparte y nos revela. La cultura, esa enorme herencia que debemos defender, proteger, cultivar, para que los desaparecidos y los invisibles tengan nombre e identidad, para que a nadie avergüence la pertenencia a una nación sin corruptelas e injusticias, desigualdades, y para que este país, este luminoso país, no sea más el país de los idiotas. Muchas gracias Juan Manuel por tu poesía, gracias José de Jesús Sampedro por esta ofrenda a la esperanza, gracias Gobernadora Amalia García por abrir las puertas a la inteligencia y a la imaginación, gracias David Eduardo Rivera por apoyar la posibilidad de recuperar el aliento y exorcizar la violencia. Querido Juan Manuel, desde ahora ya eres, aquí, en Zacatecas, también ciudadano de la noche. Muchas felicidades.





Nota: Este el discurso de José Ángel Leyva, director de Dos Filos, en la ceremonia de entrega del Premio Internacional Ciudad de Zacatecas, el 5 de diciembre de 2009, al poeta colombiano Juan Manuel Roca.



viernes, 27 de abril de 2012

Juan Manuel Roca / Botellas de náufrago

Naufragio en el estrecho de Magallanes
Foto de Marcelo Vera
Juan Manuel Roca
BOTELLAS DE NÁUFRAGO

En la pequeña habitación en donde vivo
Como Jonás en el vientre de un cetáceo,
Pienso: quizá los poemas sólo sean
Mensajes enviados por un náufrago,
Botellas con gritos pobremente escritos
Que acaso vayan desde el mar de los silencios
A las playas del olvido.
Pero he aquí que lanzo una botella y otra,
Y una última habitada por mis miedos.
En la pequeña habitación en donde vivo
Como Jonás en el vientre de un cetáceo,
Van quedando pocas botellas del naufragio.


Juan Manuel Roca
País secreto
Bogotá, Ediciones El Caballero Mateo, 1987




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