sábado, 24 de junio de 2006

Tennesse Williams / De repente el último verano


Tennessee Williams
DE REPENTE EL ÚLTIMO VERANO

Sé lo que hiciste el último verano


MARCOS ORDÓÑEZ
24 JUN 2006

En la sala Nieva del Valle-Inclán he visto De repente el último verano, de Tennessee Williams, en buena versión de Álvaro del Amo y desigual dirección de José Luis Saiz. Yo tenía la impresión de que esta obra marcó el comienzo del declive de su autor, pero no es exacto: tuvo muy buenas críticas aunque la ausencia de estrellas en su reparto motivó su corta permanencia en cartel. Le quedaban, sin embargo, dos ases en la manga: Dulce pájaro de juventud, un año más tarde, en 1959, dirigida por Kazan, con Paul Newman y Geraldine Page (los críticos la machacaron, pero duró casi un año) y, en 1961, La noche de la iguana,su último triunfo en Broadway, con Bette Davis y Patrick O'Neal; una obra bañada por el bálsamo de la redención, que hacía pensar que el pobre Tennessee había hecho las paces, al fin, con sus numerosos demonios. No fue así, por desgracia: empezó un calvario de casi veinte años durante los cuales, y ésa es la lección, no arrojó la toalla ni dejó de escribir un solo día.



Sobre la obra De repente el último verano, dirigida por José Luis Saiz, en Madrid

Apenas se han estrenado aquí las piezas de ese largo y doloroso periodo. Carlos Gandolfo presentó en el Lliure la estupenda Aviso para embarcaciones pequeñas (un texto que merecería una reposición) el 24 de febrero de 1983, justo el día de la muerte de TW en el hotel Elysée de Nueva York, estúpidamente asfixiado por el tapón de un inhalador. De repente el último verano, escrita en 1958, tras un largo periodo de psicoterapia, supuso una mezcla de exorcismo familiar y autoflagelación salvaje. Su asunto básico es lo que podríamos llamar el "canibalismo emocional", que al final trasciende la pura metáfora. Violet Venable, la madre más terrible de todo su teatro, promete al doctor Cukrowicz una suculenta donación a su hospital si lobotomiza a su sobrina, Catherine Holly, para que no revele el secreto de la muerte de su hijo, el poeta Sebastian Venable.

La biografía del dramaturgo ofrece algunas claves del drama: en 1943, su hermana Rose Williams sufrió una lobotomía prefrontal, con el consentimiento de Edwina, su madre, tras largos años de trastornos mentales. Pero TW reserva los peores latigazos para su propia contrafigura, el inmaculado Sebastian, un devorador de jovencitos, atraídos por Violet y/o Catherine, que acaba (literalmente) devorado por una horda de chiquillos hambrientos "en una playa española que llevaba su nombre". (Todo parece apuntar a los baños de San Sebastián, cercanos entonces a las chabolas del Somorrostro, en Barcelona, ciudad que Williams conocía bien). En su eterna mezcla de coraje y masoquismo, el dramaturgo se presenta como pederasta voraz, y el perfil de Sebastian como "autor de un poema anual" dice mucho de su bajísima autoestima literaria. A casi medio siglo de su estreno, Tenn no reaviva el brillo: De repente... se perfila como el puro paradigma del "Gótico Sureño", abigarrado y excesivo. Yo diría que el montaje de Saiz supone el estreno absoluto en España del texto completo, aunque en 1974 José Carlos Plaza dirigió en el TEI de Magallanes una adaptación de Layton (Súbitamente, el último verano) tras una larga batalla con la censura franquista. Digo lo del "texto completo" porque Plaza, con sabio criterio, redujo el drama a sus tres personajes principales, interpretados por Paca Ojea, Enriqueta Carballeira y Joaquín Hinojosa.
No sé si José Luis Saiz vio aquel espectáculo, con el que el suyo mantiene más de un punto en común: la abstracción escenográfica, la predominancia del blanco, la música casi experimental. Es muy fácil enmendarle la plana a un escritor a trabajo hecho, pero la obra podía haberse quedado en la batalla de esos tres personajes, en la línea de La amante inglesa, de la Duras: la madre que niega, la muchacha atormentada por el secreto, el investigador en busca de la verdad. Sobran, a mi juicio, los parientes bobos que sólo buscan la herencia de Violet; sobran el chófer, la enfermera, la monja. Y sobra, hablando ya estrictamente de la puesta en escena, el tono grave y tedioso, de tragedia solemne, que Saiz ha imprimido al espectáculo. De repente... tiene algo de esperpento siniestro, de drama grotesco y chirriante mezclado con cuento de horror. Anticipa, justamente, las entregas más expresionistas de Williams y el personaje desaforado de Violet Venable, con su malignidad de tarántula, sólo puede entenderse en clave de High Camp, y no en el helado registro de elegancia naturalista que Saiz le ha marcado a Susi Sánchez, la brillante actriz de El rey se muere y Cara de plata. También resulta discutible la elección de Mariano Alameda, que por físico y aura parece el fantasma de Sebastian en vez del inquisitivo doctor Cuckrowicz, toda vez que los secundarios han de pechar con unos roles estereotipados que resuelven por la vía del sainete o de la rigidez mecánica.
El gran momento de Susi Sánchez es uno de los más estremecedores pasajes, la evocación de las tortugas devoradas por los cormoranes, muy bien sentido y recitado, aunque quien se acaba llevando la función es Olivia Molina como Catherine: en la primera parte está conducida como una loquita de manual, con una distanciadora gesticulación en clave de danza, pero crece en lirismo y fuerza a medida que avanza su trabajo, y se marca -ahí hay que aplaudir la valentía de la dirección- un emocionante monólogo final lanzado a pelo, a dos palmos del público. Olivia Molina hace pensar en una sorprendente reencarnación de su madre, con la misma fuerza animal, el mismo dolor a flor de piel y, singular diferencia, una verbalización inteligible. Atención a esta joven y entregadísima actriz, que puede dar muchas más sorpresas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 24 de junio de 2006

lunes, 19 de junio de 2006

Enric González describe Nueva York como una ciudad en perpetua adolescencia

 


Enric González describe Nueva York como una ciudad en perpetua adolescencia

Fermín Robles
Barcelona, 19 de junio de 2006

Para Enric González (Barcelona, 1959), "los libros sobre ciudades suelen ser de dos tipos: embelesadas historias de amor o crónicas tristes de una decepción". Historias de Nueva York (RBA), su último libro, no es exactamente ni una cosa ni la otra. A lo largo de sus páginas no se percibe la desilusión pero tampoco se desprende de su lectura que mantuviera un maravilloso idilio con la Gran Manzana durante el tiempo que ejerció allí como corresponsal de EL PAÍS (entre 2000 y 2003). El volumen contiene todo tipo de curiosidades acerca de "la capital del mundo", desde el nacimiento de la ciudad, hasta la pasión de los neoyorquinos por el béisbol, las peculiaridades de los rascacielos y barrios o el perfil de algunos de sus inquilinos más populares, como el ex alcalde Giuliani o Vincent Chin Gigante, cabecilla del clan mafioso de los Genovese.

"La vida en Nueva York es un deporte de velocidad y reflejos en el que, al final, decide la suerte. Eso tiene que ver, seguramente, con el tipo de personas que atrae la ciudad. Pocos van a Nueva York para retirarse o para llevar una vida tranquila. A Nueva York se va a trabajar y a vivir con la mayor intensidad posible, lo cual acarrea riesgos", escribe el periodista. Ese vigor hace que la ciudad viva una "perpetua adolescencia", lo que se debe, en parte, a los flujos migratorios que la renuevan constantemente, explica González.

Las anécdotas y curiosidades que componen el libro dan idea de cómo es el día a día de la gran urbe, de cómo es el carácter local y qué tipo de personajes recorren sus calles. González reconoce sentir la influencia de Meyer Berger, que durante más de 50 años publicó un reportaje diario en The New York Times. Con excepción de la condena a Al Capone por fraude fiscal, nunca informó sobre aquellos temas que suelen ocupar las primeras páginas de los diarios. Se dedicaba, más bien, a hablar de la gente corriente y a relatar hechos curiosos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del miércoles, 19 de julio de 2006.


EL PAÍS

miércoles, 14 de junio de 2006

Ben Galley / Estrella de la autoedición


14/06/2012

Ben Galley
Ben Galley, todo un veterano de la autoedición. www.bengalley.com

Ben Galley
¿QUIEN QUIERE SER 
UNA ESTRELLA
DE LA AUTOEDICIÓN?

Por Virginia Collera
El País, 14 de junio de 2006

Cierto. El éxito no lo es todo. El éxito no es sinónimo de felicidad pero, así las cosas, vamos a olvidarnos de sensatas recomendaciones durante un rato y seguir las instrucciones, cortesía de The Guardian, para convertirnos en el próximo fenómeno editorial. Quien no sea tan ambicioso, puede limitarse a leer la lista de los mejores libros para impresionar a las chicas -según The Paris Review-, reflexionar sobre la pujanza del creacionismo en Corea del Sur o tratar de responder a la pregunta: ¿Por qué Mónaco no tiene poetas que le escriban?