domingo, 30 de septiembre de 2001

Kazuo Ishiguro gana el Booker Prize de las letras inglesas


Kazuo Ishiguro gana el Booker Prize de las letras inglesas


Kazuo Ishiguro, escritor de origen japonés (Nagasaki, 1954) y afincado en Inglaterra desde los cinco años de edad, ha ganado el Booker Prize del Reino Unido, el equivalente británico al Premio Nacional de Literatura en España, con su última novela The remains of the day (Los restos del día, cuya traducción ya ha sido encargada por la editorial Anagrama). Conocido ya por el lector español gracias a la publicación de su primera novela, Pálida luz de las colinas (Anagrama, 1988), Ishiguro, junto a escritores como Martin Amis o Julian Barnes, pertenece a la llamada Generación de la Commonwealth, que tomó el relevo de otra generación anterior marcada por las reglas del realismo social y del intimismo.

El poder

The remains of the day ha sido considerada por el jurado como un estudio de las relaciones de poder en el seno de la sociedad inglesa tradicional del siglo pasado. La breve producción novelística de Kazuo Ishiguro (además de las novelas mencionadas, hay una tercera, Un artista del mundo flotante, que en noviembre publicará también la editorial Anagrama) ha ido seguida permanentemente de premios de renombre en las islas británicas, tales como el Winifred Holtby de 1982 o el Whitbread Literary Award, concedido a Un artista del mundo flotante como mejor novela y también mejor libro del año pasado.
En el jurado del Booker Prize, que se establece de forma rotatoria entre críticos y escritores, figuraban nombres tan conocidos en las letras del Reino Unido como David Lodge y Malcolm Bradbury.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de octubre de 1989

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sábado, 29 de septiembre de 2001

Kazuo Ishiguro / "La nueva generación literaria es un invento de los editores"



Kazuo Ishiguro

"La nueva generación literaria es un invento de los editores"



MONTSERRAT CASALS
Barcelona 29 SEP 1988


Autor de Pálida luz en las colinas (Anagrama, 1988), Kazuo Ishiguro forma parte de la nueva generación de escritores británicos denominada de la Commonwealth, "un invento", a su modo de ver, de la nueva ola de editores y directores literarios que necesitan por encima de todo descubrir nuevos autores que llenen el "vacío que caracteriza la década de los setenta y que les permita seguir en el negocio de la edición".Hijo de japoneses, Ishiguro habita en Gran Bretaña desde la edad de cinco años. Parece que le molesta que le hablen de sus orígenes contirientales. A cambio, es sumamente generoso en palabras a la hora de comentar el actual panorama literario. "Tras el agotamiento del realismo social se inicia un período de crisis creativa en el que incluso aquello que era susceptible de interesar permanece en el puro anonimato", describe el autor. Y ejemplifica su juicio con el caso William Golding (que se encuentra también en Barcelona), "al que nadie leía entonces y al que se descubrió con Ritos de paso,publicado en Londres en 1980".
En los años setenta, explica, casi sólo escribían en Gran Bretaña las mujeres de clase media que, a su vez, casi sólo eran leídas por mujeres también de clase media. Los universitarios con ganas de hacer literatura se dedicaban al teatro marginal, añade. "No es que eso fuera malo, pero era poco".
"A principios de los ochenta se experimenta un cambio en el interés de los editores y se pone de moda la literatura llamada internacional, que no es que sea eso, internacional, sino que huye de la descripción sutil sobre las diferencias de clase propias de la narrativa británica anterior, incorporando un lenguaje y un estilo nuevos descubiertos con la literatura suramericana y europea".
Kundera, Günter Grass, García Márquez gustaron en extremo a esta "nueva generacíón de editores y de directores literarios que hoy tienen alrededor de los 40 años y que intentaron provocar su influencia en los autores del país". Fue, explica Ishiguro, "un cambio muy brusco y rápido, muy distinto a los movimientos generados por los propios escritores".
Fue también una cuestión de "oportunidades": "Escribir ya no era tan fácil como hacer textos para una representación off en un bar. Si se quería publicar se debía tener el talento necesario para escribir novelas importantes". Pero al lado de quienes han adoptado esta severidad profesional hay siempre un editor "serio y fiel", asegura. (Faber & Faber, en su caso). "Es mucho más grave para la creación el proceso de americanización a que se ven sometidas las editoriales británicas desde hace dos o tres años".
Ishiguro participa hoy en una mesa redonda sobre el tema, organizada por el Instituto Británico de Barcelona.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 29 de septiembre de 1988
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sábado, 22 de septiembre de 2001

Zadie Smith / Me interesa sobre todo el estilo


Zadie Smith: “Me interesa sobre todo el estilo. No creo que el argumento sea lo principal en un libro”

Considerada un valor de las letras en el Reino Unido, la autora, de madre jamaicana y padre inglés, aborda en 'Dientes blancos' el Londres multirracial de fin de siglo y la preocupación de sus habitantes por la idea de ser británicos


XAVIER MORET
22 de septiembre de 2001

Con sólo 25 años, Zadie Smith está considerada como un valor de la literatura inglesa actual. Su primera novela, Dientes blancos, ha tenido una gran aceptación crítica y se ha convertido en un éxito de ventas en varios países. En ella, siguiendo el rastro de varias generaciones de distintas familias, Smith habla con buen ritmo del Londres multirracial de finales de siglo y trata con humor el delicado tema de cómo sentirse británico. A pesar de su lanzamiento fulgurante, sin embargo, Zadie Smith parece estar un tanto incómoda con el papel que le toca ejercer de “nueva estrella literaria”. Para dejarlo claro, acudió a la entrevista, celebrada en un restaurante de Mantua (Italia), con una mueca de fastidio. “¡Oh, no, otra entrevista!”, parecía pensar. Las primeras preguntas las contestó con desgana evidente, sin dejar de mirar el plato y en un murmullo apenas audible. De vez en cuando, siempre con la mirada baja, hacía una pausa para liar un cigarrillo que dejaba que se consumiera entre sus dedos. Poco a poco, por suerte, Zadie Smith se fue animando y empezó a hablar de lo que más le gusta: la literatura.
PREGUNTA. Publicar una primera novela con el superagente Andrew Wylie (apodado El Chacal) y con un adelanto millonario es un buen espaldarazo de salida.
RESPUESTA. Todo fue por casualidad. Yo no envié a nadie la novela. Había publicado un cuento en una revista literaria y un día recibí una carta pidiéndome si tenía algo para publicar. Envié las primeras páginas de Dientes blancos y el plan de la novela. A partir de aquí se disparó todo.
P. ¿Es verdad que la empezó a escribir a los 21 años, mientras se preparaba para los exámenes finales en la Universidad de Cambridge?



“Cuando me pongo a escribir, la primera cosa que me sale es el humor. Unas dosis de humor van bien para no caer en el tópico”

R. Sólo el principio del libro. Tardé dos años en escribirlo, pero entonces mi vida era fácil, sin complicaciones ni compromisos.
P. ¿Tan aburrida era la universidad?
R. No, al contrario. En Cambridge estudié literatura inglesa, lo que me ayudó a formarme como escritora. Te hacen leer mucho y esto siempre es bueno. Pero cuando eres estudiante siempre tienes tiempo libre y a mí siempre me ha gustado escribir.
P. En la novela aparece un científico que hace experimentos de genética y se pasa revista a varias generaciones…
R. No me gusta leer los libros por el tema que tratan. Es una manera periodística de ver el mundo que no coincide con la mía. Yo no escribo así. La novela no sé muy bien de qué va. No lo sé…
P. Pero está claro que aparecen en ella varias generaciones…
R. Es cierto, pero cuando me puse a escribir la novela lo único que sé es que quería escribir sobre un hombre que, tras participar como soldado en la Segunda Guerra Mundial, llegaba a la segunda mitad del siglo XX sin haberse manchado las manos de sangre.
P. Pero en Dientes blancos habla también de la siguiente generación, de la hija de este hombre al que aludía, Jones, y de los hijos de su amigo, Samad Iqbal.
R. El libro creció más allá de lo que pensaba en un principio. Salió así.
P. También aparecen en él las distintas culturas que conviven en el Londres de ahora mismo. Hay gente procedente de Jamaica, de Bangladesh…
R. Yo quería escribir sobre Londres y sería absurdo hacerlo sin hablar de gente de distinta procedencia. Pero el tema del libro no son las razas ni nada parecido. Me sorprende que tanta gente me pregunte sobre esto. Para mí es lo más normal del mundo. El Londres de ahora es multirracial. Pero la verdad es que esto no me interesa demasiado.
P. ¿Qué es lo que le interesa?
R. Sobre todo el estilo. Escribo intentando hacer algo bueno con la forma. No creo que el argumento sea lo principal en un libro.
P. Los críticos coinciden en que uno de sus méritos es saber captar las distintas voces del Londres actual.
R. Porque conozco a mucha gente de Londres, y por supuesto que no todos son iguales. Pero estoy convencida de que cada vez más, en los próximos veinte años, esto será completamente irrelevante. Yo no me dedico a observar a la gente. Me hace gracia que me digan que las voces de la gente de Londres de mi novela son auténticas. ¿Auténticas? ¿Y cómo lo saben? ¿O quizá lo dicen sólo porque soy negra y joven y se supone que sé muy bien cómo habla esa gente?



“Me hace gracia que me digan que las voces de la gente de Londres de mi novela son auténticas. ¿Quizá lo dicen porque soy negra y joven y se supone que sé muy bien cómo hablan?”

P. ¿Qué piensa cuando lee, como se ha publicado en Inglaterra, que su novela “define la Gran Bretaña del fin de siglo”?
R. ¡Dios mío, no!
P. Hay que admitir que sus personajes tienen en común estar preocupados por la idea de ser británicos.
R. Eso es cierto. Y no tengo ni idea de por qué me interesa tanto, pero es así. Supongo que es un hecho que cuando uno llega de otro país, de otra cultura, la aceptación de la realidad británica se hace con esfuerzo. No es un fenómeno natural.
P. En Dientes blancos muestra diferentes clases de conflictos que aparecen en los integrantes de la llamada segunda generación.
R. La verdad es que me siento incómoda hablando de mi libro como si analizara el comportamiento de la segunda generación de inmigrantes. Me aterra pensar que mis personajes puedan representar a una generación. A John Updike, por ejemplo, nunca se le pregunta si su personaje de Corre, conejo representa al hombre blanco en el mundo actual. De mi libro, en cambio, se dice que representa a gente que no conozco. Parece una idea salida del social realismo: es como si yo presentara al público la gente exótica de Londres para entretenerlo. No, lo siento, no es así. La gente de color y los pobres no están ahí para entretenernos. Son gente de verdad.
P. En todo caso, en su novela se sirve del humor para quitar hierro a los conflictos.
R. Cuando me pongo a escribir, la primera cosa que me sale es el humor. Creo que está bien hacer reír a la gente y no tomarse las cosas demasiado en serio. No puedo recordar ningún gran libro que no tenga humor. Unas dosis de humor van bien para no caer en el tópico. Hacen que tengas el ego y la vanidad bajo control.
P. ¿Qué opina de que se la compare con Salman Rushdie?
R. La verdad es que no lo había leído demasiado cuando escribí mi novela. Es una comparación fácil. Como tengo la piel oscura, dicen: “Escribe como Rushdie”. Es una conexión demasiado fácil… No he estado nunca en la India y, aunque mi madre es jamaicana, sólo he pasado diez días de vacaciones en Jamaica. Nací en Londres y soy británica. Lo de Rushdie es el típico invento periodístico…
P. No sé por qué, pero diría que no se encuentra muy a gusto en el mundo literario.
R. Lo que de verdad me gusta es escribir en soledad. Lo de la promoción me cansa. Hablas con mucha gente, todos te dicen cosas, te repiten las mismas preguntas… No, no me gusta. Es estresante.
P. Pero supongo que se da cuenta de que es afortunada. A muchos jóvenes les cuesta encontrar un editor y usted ha visto su primera novela lanzada a bombo y platillo.
R. He tenido suerte, sí, y admito que lo mejor que podría pasarme en la vida sería no tener que trabajar y poder dedicarme a escribir, pero esto no tiene nada que ver con el rollo de ser famosa. Ser famosa es… bueno, siguiente pregunta, por favor.
P. ¿Tan mal lleva lo de ser famosa?
R.Me encantaría poder dedicarme a escribir el resto de mi vida, pero la fama es otra cosa. No la encuentro una experiencia nada interesante. Es todo lo contrario a escribir. Destruye a la gente, alimenta su vanidad… No logro entender a los que quieren ser famosos. Quien quiera la fama, se la regalo. Se la puede quedar, yo no la necesito.



“No logro entender a los que quieren ser famosos. Quien quiera la fama se la regalo. Se la puede quedar, no la necesito”

P. Por lo visto, suspira por volver a casa y ponerse a escribir.
R. Cuando acabe con la promoción de Dientes blancos no creo que vuelva a repetir nada así. Hay autores que no van a festivales y que escriben en soledad y el mundo no se hunde. Si de verdad a la gente le interesan mis libros, que los lean y que me dejen tranquila. Al fin y al cabo, si sigo así no podré escribir muchos libros. Y si esto significa que leerá mis libros menos gente, pues tampoco es una tragedia. Admito que he sido afortunada, pero no quiero pasar por esto nunca más. Cuando publique mi próxima novela no quiero ser una vendedora.
P. ¿Firmó un contrato por dos novelas, no?
R. En efecto. Espero acabar mi segunda novela en primavera. Se llamará The Autograph Man.
P. ¿De dónde viene el título de Dientes blancos?
R. No sé por qué lo elegí, pero lo tuve claro desde el primer momento. Quizá viene de un viejo chiste que corría por mi familia: puedes reconocer a un negro por sus dientes blancos.
P. Su novela abarca una cronología muy amplia, desde principios hasta final de siglo, con una parada especial en la Segunda Guerra Mundial.
R. Cuando eres joven, y yo era muy joven cuando empecé a escribir esta novela, tiendes a ser muy ambicioso.
P. ¿El personaje de Irie Jones, hija de madre jamaicana y de padre inglés, tiene algo de usted?
R. Mientras escribía Dientes blancos me ponía enferma pensar que la gente podría creer que el personaje estaba basado en mí. No, la novela no es autobiográfica, aunque quizá lo digo ahora porque ya han pasado unos años desde que la escribí y me noto muy cambiada.
P. ¿Siempre quiso ser escritora?
R. Pensaba que estaría muy bien. Pero también quería ser cantante de jazz y bailarina de claqué.
P. He leído que admira a Madonna.
R. Es una gran artista. Antes pensaba que me encantaría conocerla, pero ahora ya no estoy tan segura. Cuando admiras tanto a alguien, puedes llevarte una desilusión.
P. ¿Qué fue lo primero que escribió?
R. Me gustaba escribir narraciones con el estilo de los escritores que admiraba. Escribía mis historias, pero con el estilo de otros. Al final, sin embargo, descubres que lo más importante es encontrar tu propia voz.
P. ¿Tenía a algún autor en mente cuando escribía Dientes blancos?
R. A Martin Amis y Campos de Londres. Me encanta esta novela. Hay gente que dice que no es bueno tener una novela de otro en mente mientras escribes la tuya, pero no me importa. Conocí a Amis tras la publicación de mi novela y me cayó muy bien. Es un gran escritor.
P. ¿Qué otros autores le gustan?
R. Nabokov, Kafka, Philip Larkin, Flaubert, Tolstói, Vonegut, De Lillo, Woody Allen, Cortázar… Borges no me gusta demasiado, quizá porque no lo entiendo. Otro autor que me encanta es John Updike, sobre todo los libros de Corre, conejo… No me gusta nada Dostoievski. Antes leía mucho, pero ahora ya no tengo tanta paciencia. Me encanta Saramago. Es fantástico. Tiene una gran habilidad para evitar los tópicos y escribe con mucho arte y mucha alma.
P. ¿Cuál es su novela preferida de Nabokov?
R. Pnin, que es probablemente lo más perfecto que he leído en mi vida. También Lolita
P. ¿Ada?
R. No creo que haya nadie a quien le guste Nabokov más que a mí, pero no puedo con Ada… Muchos opinan que es su mejor libro, pero para mí no lo es.
P. ¿Qué es lo que más le gusta de Kafka?
R. Para mí, lo mejor de Kafka no son las novelas, sino las frases, los aforismos, la Carta al padre… Él entendió que era imposible escribir una novela sin mentir. Kafka no pretendía entretener al público y escribió algo que va directamente al corazón de la experiencia humana. A Kafka no le interesa el mundo real. Pynchon también escribe ajeno al público. Es complejo, pero, quién sabe, quizá dentro de ochenta años sus libros se leerán en las escuelas. No escribe para el hombre de la calle de América, pero este ya tiene un millón de cosas para entretenerse. La verdad es que no es fácil escribir ahora. Hay que competir con los tópicos, con el cine, con la televisión…