jueves, 30 de abril de 2015

Oscar Collazos / Personajes del año / La cultura del kleenex



Oscar Collazos

Personajes del año

LA CULTURA DEL KLEENEX

El Tiempo
Bogotá, 30 de abril de 2015
    No voy a caer en el lugar común de elegir, a falta de tema, al que considero el personaje del año. En el escenario del país y del mundo cabe demasiada gente. Y demasiados acontecimientos. Y son muchos los que agitan las manos para reclamar la atención. Sobresalir, salir del montón, es muy difícil.
    No es fácil elegir el personaje de la década y de los 12 años que lleva rodando el siglo XXI con una alta carga de confusión y crisis, al parecer cíclicas: cada cierto tiempo, el mundo se resiste a dar un salto irreversible. Juega a volver atrás o a caerse por el despeñadero después de haber remontado la cuesta, siempre con su roca a las espaldas.


   Tengo la impresión de que es tanta la oferta pública de nombres, personajes, eventos y rostros; tan grande y numéricamente monstruoso lo que se nos ofrece, que cada vez es más difícil decir qué es lo mejor de la oferta. Tal vez por eso las personas y los hechos sean menos memorables que antes. Si no menos memorables, sí menos duraderos. Las gentes esperan que, mal o bien, elijan por ellas.
    Desde hace tres o cuatro décadas vivimos en la cultura del kleenex. Cada día usamos y botamos más cosas y personas. Las cosas, al basurero sin posibilidad de reciclaje; las personas, al olvido, sin posibilidad de ser recordadas. Todo dura menos porque son abrumadoramente más grandes las cosas ofrecidas.
    Todas las industrias están montadas sobre la perversa estrategia de hacer durar menos las cosas que producen. Siempre tienen el cuidado de decir que lo nuevo es lo mejor, aunque lo mejor nazca con sus días contados: hay que renovar los ciclos de producción y consumo. Dentro de este tornado estamos envueltos casi todos. Solo se salvan los románticos que renuncian y los excluidos del "bienestar" que se cifra en el delirio del consumo.
    Los economistas dicen que hay que superar la pobreza extrema y generar empleo para que los desplazados de los bienes terrenales se conviertan en consumidores. Muy pocos hablan de cambiar el modelo de vida. Los millones de seres humanos que salen de la pobreza van a tener una vida materialmente más digna, es cierto, pero no superarán sino que multiplicarán las servidumbres que vivimos los privilegiados.
    Desde que entran a las cadenas de producción, las cosas tienen su fecha de caducidad. Si clásico es aquello que queda vivo con el paso de los años, cada día es más difícil pensar que algo de lo que conocemos ahora pueda llegar a ser clásico en el futuro.
    Si se hiciera el ejercicio de recordar a quienes fueron los personajes de los últimos 20 años en Colombia, encontraríamos un cementerio de productos perecederos que vivieron su cuarto de hora antes de ser reemplazados. Todos parecemos productos de alguna industria. El cuarto de hora de la fama es ahora un segundo que relampaguea en el cielo de vanidad humana.
    Soy lector de libros. Nada extraño, por cierto. Un día me puse a leer las solapas y contraportadas de un centenar de libros, más o menos recientes. No recuerdo cuántas veces me encontré con el libro "más", con el autor "más", con "la obra más renovadora de su época", con "la sorprendente revelación de un gran escritor".
    Los editores y sus sistemas de promoción periodística no pudieron sustraerse a las leyes de la oferta y la demanda. Las solapas y contraportadas se volvieron un nuevo canon. Lo que pocos lectores saben es que, a veces, son escritas por los propios autores del libro. Así sucede con casi todo. Con las noticias y sus protagonistas, por ejemplo. No digo nada nuevo: consumimos tanta información que para la mayoría de la gente ya no es posible detenerse en unas cuantas y digerirlas. La torre de Babel tenía forma de televisor o de radio. Ahora es un tejido de autopistas de Internet. Y por allí pasan vertiginosamente los personajes del año.

EL TIEMPO


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