viernes, 1 de julio de 2011

Alejandra Pizarnik / Diarios / París, 1961

Fotografía de Flor Garduño

Alejandra Pizarnik
BIOGRAFÍA
PARIS, 1961

2 de enero
AQUELLA mañana tuve miedo. No. No fue aquella mañana. Es esta mañana. Es ahora. Me repito que aquella mañana tuve miedo. No es verdad, no fue en la parte menos visible del verbo, es ahora, me despierto, tengo miedo. Me he mirado las piernas y he subido mis ojos por mi cuerpo, lentamente, como un cuidadoso pensamiento asesino. Éste es mi cuerpo, dije. Me desperté y he visto. Manos en mi garganta. Qué idiota soy.

3 de enero
Escríbame, dijo, escríbame de usted. Escríbele hasta que te enredes en los hilos del lenguaje y caigas herida de muerte.

5 de enero
El horror de habitarme, de ser —qué extraño— mi huésped, mi pasajera, mi lugar de exilio.

7 de enero
Todo lo que le dije lo arrojaba por inservible. Mi amor en harapos volaba como un paquete absurdo y nauseabundo.

8 de enero
En la rue Gay-Lussac un automóvil viejo lleno de cajas de cartón. Sentado entre ellas, un anciano de pelo blanco, abrigo y sombrero negros, rostro hermoso y tristísimo. Me dije que nadie sino yo sabe que este hombre está triste dentro de de un auto muy viejo en una calle desierta. Pero de pronto me dije: ¿Y si este hombre no existe, si no existiera? Me acerqué y en efecto, no había nadie.
Estoy muriendo como “El niño que enloqueció de amor”.
¿Y si G. me envidiara mi amor por él?

9 de enero
Odio mi cara pues la miro a través de sus ojos. Esta cara no supo fascinarlo.
Amo. ¿Qué se hace en este mundo cuando se ama así?

13 de enero
Soñé con estos versos:
ô saisons, ô chateaux
quel âme est sans défaut

14 de enero
Soñé con Rimbaud.
Par litterature,
j’ai perdu ma vie.

15 de enero
Como si debiera sufrir por él. En verdad no quiero verlo ni me importa. Pero es como si debiera sufrir por él. Como si lo terrible fuera quedar sin rostros concretos y reales y que mi nostalgia se limite a un sonido, un perfume.

16 de enero
Anoche me sentí tan lejos de G., tan consciente de su irrealidad, que decidí escribir un relato de mi amor inexistente. Hoy despierto con la dulzura de su rostro frágil en mi memoria, hoy está tan bello en mi memoria que no acierto a comprender su dureza, su comportamiento sórdido. Hoy lo “veo” tan gravemente atento, tan maravilloso, que la esperanza renace de una manera perfecta. ¿Quién escribirá sobre el amor? No yo. Yo amo.

17 de enero
Confabulación de sombras para expulsar de la noche a la pequeña sonámbula.

18 de enero
Probarse vidas ajenas como vestidos heredados. Para no ver la propia desnudez.

2 de febrero
Nunca pensé en mis circunstancias personales: familia, estudios, relaciones, amigos. Me limité a sufrirlos como a testimonios opuestos al clima de magia y ensueño de mi memoria.
Como si aceptarme con mis circunstancias personales llevara implícito un renunciamiento a algo fabuloso. Es el viejo problema. De todos modos yo no existo.

3 de febrero
Sentimiento de lo provisorio. Escribo rápidamente y miro el reloj. Temo no tener tiempo. ¿Cuánto viviré aún? Leo con urgencia, miro y es vertiginoso. Corro. A dónde corro. Hay alguien presto a asesinarme.

27 de febrero
Imagino situaciones horribles para obligarme a actuar. Así la visión de los clochards para impulsarme a trabajar frenéticamente en la oficina sin pensar en las pocas probabilidades que tengo para llegar a ese estado pues en cualquier momento puedo volver a Buenos Aires —a mi hogar burgués. Lo mismo el viernes pasado cuando vi la obra de Brecht y me asusté mucho como si mi caída en la miseria fuera inminente.

1 de marzo
El ser se aduerme, cae en el deslumbramiento de sí.
Me enfermé del corazón. Es usted cardiaca —dijo. Por fin bautizaron mi vacío, mi silencio, mi ademán de idiota enamorada del aire.
Todo lo que digo y hago es para afirmar una continuidad de mi ser, la existencia de un lenguaje y un pensamiento propios. Pero yo habito el miedo, yo estoy suspendida del silencio. El remordimiento de no haber hecho algo por comprenderlo. Obligación formulada por una voz lejana.

6 de marzo
Soñé que cantaba. Cantaba como quien encuentra su voz en la noche. Cuando desperté canté varias horas frente al espejo. Por oír mi voz danzando —mi voz plegada a mí como la cuerda de un suicida—, tanto tiempo mi voz yacía en un nido de hilos rígidos, guardada en mi garganta en su imposibilidad de comunión. Entonces canté muchas canciones. Hubo como pruebas de mi voz, como los primeros pasos de la que decide bailar, la paralítica despidiéndose de su inercia.

8 de marzo
Si pudiera tomar nota de mí todos los días sería una manera de no perderme, de enlazarme, porque es indudable que me huyo, no me escucho…
El más grande misterio de mi vida es este: ¿por qué no me suicido? En vano alegrar mi pereza, mi miedo, mi distracción. Tal vez por eso siento, cada noche, que me he olvidado de algo.
16 de marzo
Ese estarse mirando debajo como mirando por la alcantarilla, silenciosa, sucia, agotada, cumpliendo mi castigo.
Ganas de aplastarme contra una pared, descuartizarme, ponerme una bomba.
18 de marzo
Más miedo que antes. Antes me disculpaba mi cara de niña. Ahora, súbitamente, me tratan como a una grande. Ya no me exceptúan por mi edad breve. Ya no es tan breve. Ya no me ampara mi cara de niña. Voy a una reunión y me sirven la misma porción, el mismo gesto de indiferencia. Lo descubrí ayer. Dije chistes obscenos, como de costumbre, y varias cosas crueles, como de costumbre, pero nadie me sonrió con ternura, como pasaba antes, cuando asombraba por mi rostro de niña precoz y procaz.

25 de marzo
Nada ni nadie se atreve a moverse, a girar, a rodar. Nunca se pone en marcha. Nunca abre la boca si no es para morder en silencio.
Estar bien es ser al modo de una estatua. Sufrir es ser un color blanco corriendo hacia una catarata ardiente. O como en una película muda el tigre devorando lentamente a la muchacha. Mi asombro ante mis poemas es enorme. Como un niño que descubre que tiene una colección de sellos postales que no reunió. Cómo es posible que el silencio fructifique de esta manera, cómo es posible que con mi terquedad campesina lo labre tan bien. No sólo doy imágenes sino hasta reflexiones: me quejo, discuto, purifico, enciendo, corrompo, y todo ello con palabras que no son mías, y ni siquiera tengo demasiadas faltas gramaticales; todo sucede como si realmente fuera así, como si yo pensara, yo sintiese, yo viviera. Y no soy más que una silenciosa, una huérfana sordomuda, hija de algo que se arrodilla y de alguien que cae.

27 de marzo
Mi imposibilidad de conducirme, de expresarme y manifestarme, mi incomodidad primordial con los demás y conmigo. Y no obstante, en lo más hondo de mi borrachera, cuando me acosté al alba, pensé en G. y supe que lo amaba. No a un rostro inventado sino a él con su rostro, el suyo real. Y me asombró que no se hubiera producido un encuentro maravilloso entre él y yo porque es la primera vez que amo un rostro tal como es. Yo sé bien que sólo me salvaría si G. me amara. Si el perseguidor fuera él, el que ama, el que desea. Porque yo, desde hace muy poco tiempo, me resisto a llamar a puertas extrañas y donar mi amor, darlo para que lo arrojen por inservible. Algo oscuro en mí ha adquirido un orgullo sin desenlace y nunca más podré llamar y comenzar a rogar. No obstante, ayer, mientras bebía y decía y escuchaba las idioteces habituales sentí como una mano helada en el cerebro y una voz que exclamaba: “Qué vieja la necesidad de amar. Qué imposibilidad  de una mano amiga. Qué deseo rotundo y aniñado de no dormir sola esta noche. Qué deseo absurdo y absoluto de que G. me llame al alba y confiese que me ama.” Esto es locura. Pero tendría que suceder este milagro. No sólo por mí sino por todos.

28 de marzo
He soñado que le decía a G. que en cuanto veo a una persona puedo adivinar de qué manera morirá. “Por ejemplo tú te vas a suicidar”, le decía. Pero tal vez se trata de mí, sólo de mí. Anoche hice gimnasia yoghi para olvidar que lo encontré por la tarde y como siempre me dejó pidiendo. En el fondo todo esto me da risa.

29 de marzo
Mi corazón disuelto en pequeños soles negros naufraga hacia donde no hay olvido. No hay olvido y el esfuerzo de ser, el esfuerzo de vestirse de sí misma cada día y remontarse como a una ciénaga, arrastrarse como a un duro cadáver, bolsa de chillidos y maldiciones y cosas muertas y puños cortados. La vía alcohólica del cielo percute en mi memoria iluminada como una galería de espanto en la que alguien busca con ardor. Viviera en algo más pequeño, no llamado, no designado, cuya única característica fuera su silencio lujurioso.

13 de abril
La sensación inigualada de estar demás, de estar de sobra en mí, no me necesito para vivir, no me pertenezco, no sé qué hago en mí, para qué me sirvo.

15 de abril
La vida perdida para la literatura por culpa de la literatura. Por hacer de mí un personaje literario en la vida real fracaso en mi intento de hacer literatura con mi vida real pues ésta no existe: es literatura.

20 de abril
Hoy, aún en duermevela, corrí al espejo murmurando: “El sueño es una segunda vida, ¿por qué habría de escribir cuentos fantásticos si yo no existo, si debo de ser la creación de algún novelista neurótico?” Después retrocedí, el espejo me daba miedo, mis ojos alucinados, y me corrí de mí, desnuda, tropezando con las valijas, las ropas, los papeles (y en los papeles poemas y en los poemas este miedo, esta concentración inigualada en un dolor viejo, indiscernible de mí).

22 de abril
En lo alto de la mañana los ojos se deslumbran en su color, se desnudan de su luz, se sumergen en su condición de sobrevivientes.

2 de mayo
Hubiera preferido cantar blues en cualquier pequeño sitio lleno de humo en vez de pasarme las noches de mi vida escarbando en el lenguaje como una loca.

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